Mexicali, una ciudad fronteriza vibrante y en constante crecimiento, enfrenta un problema urbano que ha pasado inadvertido para muchos: el desorden visual y estructural causado por la proliferación de cables de fibra óptica y electricidad que invaden sus calles. Estos cables, mal planificados y muchas veces mal amarrados, han convertido las avenidas en una especie de "ciudad de postes" de concreto y madera, creando una red de hilos entrelazados que asemejan gigantescas telarañas. Este fenómeno ha hecho que algunos se refieran a Mexicali como “la ciudad de las cablearañas”, una metáfora que ilustra tanto el caos visual como la indiferencia ciudadana ante este problema.
El crecimiento exponencial del uso de internet y el consecuente aumento de las instalaciones de fibra óptica son, sin duda, una de las principales razones detrás de esta problemática. Sin embargo, lo que debería ser una modernización de la infraestructura urbana se ha convertido en una trampa visual y, en muchos casos, un riesgo para la seguridad. Los postes, que en su origen fueron diseñados para soportar cables eléctricos, ahora llevan un peso adicional y no siempre están preparados para ello. Los cables cuelgan de manera desordenada, creando un panorama de abandono en las calles.
Lo más alarmante no es solo el desorden estético que estos cables generan, sino la pasividad con la que los ciudadanos han llegado a aceptar este problema. El cableado desorganizado, que en otras circunstancias sería motivo de quejas y demandas por soluciones, ha sido ignorado. La falta de denuncia y presión por parte de la sociedad civil parece reflejar una resignación ante la caótica realidad urbana. Este tipo de desorden, al no ser tratado ni regulado por las autoridades, se normaliza. Las “telarañas” se multiplican, y las personas las ignoran en su día a día.
Es importante cuestionar cómo llegó Mexicali a esta situación y qué medidas se pueden tomar para revertirla. El problema no radica únicamente en la necesidad de más tecnología e infraestructura, sino en la falta de planeación urbana adecuada y de políticas que regulen cómo y dónde se instalan estos cables. Un enfoque más coordinado entre las empresas de telecomunicaciones y las autoridades locales, junto con una ciudadanía más consciente y activa, podría ayudar a frenar la expansión desmedida de las "cablearañas". La ciudad necesita tomar medidas para evitar que el paisaje urbano continúe degradándose y recuperar la calidad visual y estructural de sus avenidas.
El reto es claro: Mexicali no puede permitirse seguir sumida en un caos de cables enredados. Es necesario replantear la forma en que gestionamos nuestra infraestructura urbana, y más aún, cómo involucramos a la sociedad para que esta demande y promueva soluciones que pongan fin a la "ciudad de las cablearañas".
Fotografías Algunas con IA y otras Asi como Son. 2024
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